Una de las razones por las que los pacientes acuden a terapia es que se preguntan “¿por qué siento angustia sin motivo?”. En realidad, igual que ocurre con el llanto o la ansiedad, siempre hay una razón detrás de estas emociones. Lo que ocurre es que el paciente no sabe identificarlas y, por ello, el terapeuta deberá ayudarle y guiarle para que entienda de dónde proviene este sentimiento de angustia.

¿Por qué siento angustia sin motivo?

Sentir angustia sin motivo, o notarse ansiosos sin causa aparente, es desconcertante y el desconocimiento sólo hace que aumentar esta sensación y afectar a varios aspectos de nuestra vida.

Cuando una persona siente ansiedad y angustia sin motivo puede que las causas estén muy vinculadas a la ansiedad, la depresión o un trauma. El estrés crónico, la presencia de un trastorno de ansiedad o de pánico o un desequilibrio hormonal pueden estar detrás de esta sensación.

También es posible que se deba a experiencias traumáticas no resueltas. Traumas pasados, incluso aquellos que no se recuerdas conscientemente, pueden causar sentimientos de angustia y ansiedad. El cerebro puede activar respuestas emocionales a estímulos que recuerdan inconscientemente el trauma.

Finalmente, no hay que olvidarse de los factores ambientales. Aunque la persona pueda parecer estable y pretender que no le afecten, cambios en el entorno como una mudanza, la pérdida de un ser querido o cambios en las relaciones personales pueden causar angustia y ansiedad. Las emociones no responden a la razón.

Sentimiento de culpa sin motivo

Finalmente, otra de las consultas habituales es la presencia de un sentimiento de culpa sin motivo. Esto puede ser un síntoma claro de varios problemas emocionales y psicológicos, entre los que se encuentran:

  • Depresión. La culpa irracional es un síntoma común de la depresión. Las personas con depresión pueden sentirse culpables por cosas que están fuera de su control o por eventos del pasado que no pueden cambiar.
  • Ansiedad. La ansiedad puede llevar a pensamientos intrusivos y preocupaciones constantes, incluidas las preocupaciones sobre acciones pasadas o futuras. Estas preocupaciones pueden manifestarse como sentimientos de culpa.
  • Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Quiénes han experimentado traumas pueden sentirse culpables por haber sobrevivido o por no haber hecho más durante el evento traumático. Esta culpa irracional es una característica común del TEPT.
  • Perfeccionismo. Las personas perfeccionistas suelen sentir una culpa abrumadora cuando no alcanzan sus propios estándares irracionalmente altos. Este sentimiento puede surgir incluso cuando han hecho todo lo posible por cumplir con sus expectativas.
  • Educación y valores. ¿La educación que recibimos de pequeños influye en el sentimiento de culpa sin motivo? Por supuesto que sí. Los valores que nos inculcan desde la infancia pueden hacer que nos sintamos culpables por no cumplir con las expectativas de los padres, la sociedad o ellos mismos.

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Nada me motiva y todo me aburre

Por otro lado, encontramos a pacientes que afirman que “nada me motiva, todo me aburre“. Esta sensación puede ser molesta en el sentido de que se pierde el interés por realizar actividades con las que antes se disfrutaba. Y esto puede indicar el principio de un trastorno depresivo.

De hecho, la depresión es una de las causas más comunes de la falta de motivación y aburrimiento. Las personas con depresión suelen sentir que nada les interesa o les entusiasma, lo que lleva a una sensación de apatía.

Resulta de interés considerar si existe burnout. Tanto el agotamiento físico como el emocional reciben este nombre, y pueden ser las impulsoras de la pérdida de interés en actividades que antes eran placenteras. Y, aunque normalmente lo encontramos en aquellas personas que experimentan estrés laboral crónico o responsabilidades abrumadores, es posible que otras lo desarrollen por la presión que se imponen a sí mismos o por el aumento de su responsabilidad (sin ser laboral), por ejemplo.

Otras causas de la falta de motivación y el aburrimiento pueden ser:

  • Anhedonia. Se refiere a la incapacidad de experimentar placer, un síntoma común de trastornos del estado de ánimo como la depresión. Las personas con anhedonia pueden sentirse desconectadas de actividades que solían disfrutar.
  • Falta de propósito. Sentirse desconectado de un propósito o metas significativas puede llevar a una falta de motivación. La persona puede sentir que sus esfuerzos no tienen sentido, lo que resulta en aburrimiento y apatía.
  • Problemas de salud física. Existen enfermedades crónicas o condiciones de salud física que pueden afectar la energía y el interés en las actividades diarias. El dolor crónico, la fatiga y otros síntomas pueden contribuir a la falta de motivación.

Calmar la culpa y la ansiedad sin motivo

Para calmar la culpa y la ansiedad sin motivo deben aplicarse diversas estrategias terapéuticas y prácticas. Las más utilizadas y que han demostrado un mayor índice de éxito son las siguientes:

Reestructuración de pensamientos negativos

Esta técnica forma parte de la terapia cognitivo-conductual y se centra en identificar y cambiar patrones de pensamiento negativos o irracionales que contribuyen a estos sentimientos. Para ello, seguiremos estos 3 pasos:

  1. Registro de pensamientos. Mantener un diario donde se anoten los pensamientos automáticos relacionados con la culpa y la ansiedad. Esto ayuda a tomar conciencia de los patrones de pensamiento negativo y es más fácil ver en qué situaciones aparecen.
  2. Desafío de pensamientos. Consiste en cuestionar la veracidad y la utilidad de los pensamientos negativos que se han registrado. Hay que preguntarse si son realistas, qué evidencias existen a favor o en contra del mismo y si hay algún filtro o percepción subjetiva que pueda influir en esta realidad.
  3. Reestructuración cognitiva. Este tercer paso se basa en reemplazar los pensamientos negativos con otros más equilibrados y que se ajusten a la realidad. Por ejemplo, si un pensamiento negativo es “Siempre fracaso”, lo cambiaremos por “He tenido éxitos y fracasos, y puedo aprender de ambos”.

Prácticas de mindfulness y meditación

Las técnicas de mindfulness y atención plena han demostrado ser muy eficaces para calmar la mente y reducir los niveles de estrés y ansiedad. Además, contribuyen a reducir la culpa que siente una persona, puesto que una parte importante de la misma procede del estrés que experimenta. Así, ante la duda de “por qué siento angustia sin motivo”, esta práctica puede ser una solución efectiva.

Practicar la meditación puede ayudar a mantenerse en el presente y reducir la rumiación sobre el pasado o la preocupación por el futuro. Además, incorporar prácticas de mindfulness a las actividades cotidianas, como comer, caminar o ducharse, puede ayudar a reducir el estrés y la ansiedad al mantenerse enfocado en el momento presente.

Practicar ejercicio regular

La actividad física es una excelente manera de reducir los niveles de ansiedad y contribuir a la mejora del estado de ánimo. Esto se debe a que el ejercicio libera endorfinas, una hormona asociada al bienestar. Actividades como correr, andar en bicicleta o nadar pueden liberar estos y otros neurotransmisores que mejoren sustancialmente el estado de ánimo.

Establecer rutinas y metas realistas

Tener una estructura en el día a día puede proporcionar una sensación de control y propósito. Ayuda a reducir la incertidumbre y la ansiedad. En esta rutina, hay que dejar espacio y tiempo para el autocuidado, el ejercicio y actividades recreativas.

Por otro lado, fijar metas realistas es importante. Muchas veces el sentimiento de culpa y angustia proviene del ansia de perfección y de asumir objetivos imposiblemente elevados. Por ello, pautar metas pequeñas y alcanzables proporciona sentido de logro y motivación. Incluir pequeñas celebraciones para cada éxito, aunque no parezcan importantes, contribuye a reducir la sensación de fracaso y culpa.

Reducir la autocrítica

Finalmente, la autocrítica excesiva puede contribuir significativamente a la culpa y la ansiedad. Aprender a ser más compasivo es crucial para reducir la angustia. Para ello, nos fijaremos en dos elementos clave:

  • Autocompasión. Implica tratarse a uno mismo con la misma amabilidad y comprensión que se tendría con un amigo cercano. Recordar que todos cometen errores y que nadie es perfecto puede ayudar a reducir la crítica interna hacia nosotros mismos.
  • Diálogo interno positivo. Reemplazar el diálogo interno negativo con afirmaciones positivas y que sirvan de apoyo. En lugar de criticarnos y machacarnos pensando “Soy un fracaso”, cambiar este pensamiento por “Estoy haciendo lo mejor que puedo y eso es suficiente”.

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