El control de la agresividad es básico para mantener relaciones positivas con los demás y con nosotros mismos. A menudo, la ira nubla nuestra vista y no somos capaces de ver más allá de lo que nos ha hecho enfadar. Esto suele ocurrir, por ejemplo, cuando un deportista no logra una meta y se frustra.

Conoce todo lo que debes saber acerca de la gestión de la ira y por qué es importante aplicar técnicas psicológicas para controlarla. Además, puedes consultar qué te puede aportar un máster en psicología deportiva para aprender a reconducir la energía hacia metas realistas, tangibles y positivas.

¿Qué es el control de la agresividad?

El control de la agresividad se basa en mantener una correcta gestión de la ira. Esta emoción aparece cuando percibimos amenazas o situaciones que nos parecen injustas, o bien ante obstáculos entre nosotros y nuestras metas. Aunque a veces parezca una emoción irracional, la ira tiene una función: preparar el cuerpo para defenderse o atacar.

Esta emoción se manifiesta no sólo con una respuesta física, sino con pensamientos que valoran la situación y la consideran injusta, un abuso o una falta de respeto. A menudo, los pensamientos que acuden a la mente de una persona que se deja llevar por la agresividad son “No puede estar pasando esto”, “No puede permitir que me traten de esta manera” o “Esto es injusto y no puede quedar así”, por ejemplo.

El control de la agresividad, pues, busca redirigir la atención hacia pensamientos más constructivos y conductas más controladas. veamos qué técnicas se emplean para bajar los niveles de agresividad.

¿Qué podemos hacer para controlar la agresividad?

Para trabajar la agresividad podemos aplicar distintas técnicas que ayudarán a controlarla y a manejar mejor el sentimiento de ira cuando surja en el futuro. En este sentido, algunas de las herramientas para bajar los niveles de agresividad que se pueden emplear son:

Acepta la ira

La ira es un sentimiento normal que vamos a tener a lo largo de nuestra vida. Aunque suele causar mucho malestar, tiene una razón de ser y debemos centrarnos en ella. Ahora bien, ¿cómo hacerlo adecuadamente? En lugar de centrarte en eliminar el sentimiento, hay que focalizar la atención en qué lo ha desencadenado y solucionar la situación que nos enfada.

Atiende tus emociones

Observa tus emociones; así podrás conocer por qué te has enfadado. Si sabemos qué es lo que hay detrás del desencadenamiento de esta emoción, podremos tomar cartas en el asunto para solucionarlo de forma efectiva.

Relájate

Las técnicas de respiración profunda, atención plena y meditación pueden ser de gran ayuda para calmar nuestras emociones en un momento de mucha ira. Gracias a ellas podremos facilitar la gestión de los síntomas y sensaciones físicas que se experimentan, reduciremos el ritmo cardíaco y disminuirá la tensión muscular.

Realiza actividad física

La ira y la agresividad se manifiestan de forma muy clara en el cuerpo a través de la tensión muscular, la sudoración, los mareos… Estas respuestas pueden surgir en una variedad de situaciones, y una de las opciones que tenemos para paliarlo es la práctica de actividad física. Esto ofrece la oportunidad de descargar tensiones y mejorar el afrontamiento a situaciones de estrés.

Comunícate

La mayoría de las ocasiones en las que sentimos ira y enfado es porque hemos tenido un conflicto con otra persona. Antes de saltar a la primera, intenta pensar qué es lo que quieres decir, por qué te has enfadado y cómo puedes transmitirlo.

Considera siempre lo que tú has sentido. Es decir, que a la hora de dirigirte a la otra persona no debes dar por hecho nada sobre ella. Utilizar un lenguaje centrado en el “yo” te ayudará a realizar una comunicación más útil: “Yo he sentido…”, “Pienso que…”, “He tenido la sensación de…”, etc. Este tipo de frases permiten alejarse de una respuesta verbal agresiva.

Tómate tu tiempo

Al contrario de lo que creemos, no es obligatorio afrontar todos los conflictos en el momento en que surgen. A veces necesitamos tomarnos un tiempo, distanciarnos de la situación que nos ha enfadado y poner las cosas en perspectiva antes de solucionarlo. En este tiempo podrás poner en marcha técnicas de relajación y pensar en cómo puedes comunicar y abordar la situación de manera asertiva y controlada.

Descansa

Numerosos estudios han demostrado que existe una relación estrecha entre los niveles de estrés y la calidad de nuestro sueño. Si detectamos que tenemos problemas de ira o que queremos controlar la agresividad pero no funciona nada, una de las opciones que podemos tomar es aplazar la solución del conflicto hasta después de tomar un buen descanso. Esto contribuirá a reducir los niveles de estrés de nuestro cuerpo y, en consecuencia, la irritabilidad.

Una de las maneras más efectivas de prevenir la agresividad es manteniendo un estado mental positivo, realista y objetivo. Esto facilita la consecución de metas y permite afrontar el fracaso y la frustración de una manera más asertiva. ¿Quieres saber cómo puedes hacerlo?

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